sábado, 20 de septiembre de 2008

El sistema educativo (1)


Tom Peters en su libro “ La Formación y la Empresa del III Milenio” , se pregunta: ¿Por qué insistimos en mantener un sistema educativo que no es válido para el mundo al que nos enfrentamos? . Añade “se está produciendo un punto de inflexión en la historia ya que nos encontramos ante una gran revolución que cambiará el modo de entender y realizar el trabajo. Internet y los sistemas informáticos "acabarán" con todos nosotros, así que tenemos que cambiar, tenemos que reciclarnos, aprender nuevas habilidades rápidamente.

Son muchas las voces que, al igual que Peters, se levantan a favor de una nueva educación para un nuevo mundo. Ciertamente son muchos los errores de una educación en aulas que no enseña al individuo a razonar, que sólo enseña a responder adecuadamente a unas preguntas para poder "aprobar los exámenes y que no está preparando a los jóvenes que tienen que ponerse a la cabeza y "cambiar el mundo".

Las críticas se concretan al analizar el descenso de nivel de conocimientos y procedimientos que se está produciendo. Existen ya varias generaciones de “analfabetos funcionales”. La falta de disciplina es generalizada y aumentan los brotes de violencia graves, con la complicidad por omisión de las autoridades educativas. Se critica el modelo actual que obliga a compartir aula y, por tanto, ritmos de aprendizajes, hasta una edad escolar tan avanzada como es la de 16 años, lo cual sólo puede ir en perjuicio de los más interesados, sobre todo si viven en barrios deprimidos socioculturalmente, ya que al estar rodeados de alumnos absolutamente desmotivados por el aprendizaje, los llamados “ objetores escolares”,sus posibilidades de desarrollo quedan inevitablemente anuladas o muy disminuidas.


Es evidente, como indica Juan Luís Cebrián en “ El aula sin muros”, que los planes educativos están lejos de las necesidades reales de los alumnos por lo que, ante el convencimiento de la no utilidad de lo que se les enseña, se producen la contestación, la insolencia y la pérdida del respeto y la autoridad del profesorado.
Podría suceder que los estudiantes estén aburridos porque sus maestros son aburridos. Un educador escribió: “El maestro ineficaz inmediatamente es castigado por los niños de la clase. Se inquietan y no prestan atención, son obstinadamente desobedientes y, a menudo, ruidosos e ingobernables”. Por otra parte, una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos entre 160.000 adolescentes confirmó que un instructor que sabe captar el interés rara vez tiene problemas de disciplina.

Joan Majó en “Educación, Ciencia y Tecnología”, plantea que es un problema serio la relación entre titulaciones y ejercicio profesional. Estoy de acuerdo con su afirmación de que el ejercicio profesional no debe estar basado de forma exclusiva en una demostración de conocimientos en un momento dado, en unas oposiciones aprobadas en las que se prima el memorismo y nunca la experiencia.
Creo también que es necesario un sistema de actualización profesional, lo que incluye tanto la habilidad en la utilización de nuevas herramientas y de nuevos recursos, como la profundización de conocimientos sobre la realidad del mundo.

Me surge una pregunta: ¿ renovarían muchos de los docentes su titulación al igual que renuevan sus permisos de conducir?

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