Al parecer el aprendizaje está asociado a las emociones agradables, es decir, aprendemos aquello que nos agrada, que nos produce placer, que produce en nosotros sentimientos gratos.
Desde un punto de vista biológico, nuestro cerebro con más de 15.000 millones de neuronas y billones de interconexiones forma “una red de fibras” que se configura en los primeros meses de la vida a partir de las percepciones sensoriales absorbidas por el niño durante ese tiempo.
Esa configuración es un modelo básico sobre el que se construye el aprendizaje posterior, de modo que aprenderemos de forma visual, auditiva o manipulativa de forma preferente según los estímulos que recibimos en la primera etapa de nuestra vida.
Consecuentemente es importante que el niño crezca rodeado de estimulos agradables, de unos padres que fomenten las bases de su aprendizaje.
